La necesidad de
innovación en la investigación universitaria en nuestra Universidad
Una de las bondades de la
globalización y de la era del internet (la era digital como la llamó Bill
Gates), es la velocidad con que se dan los cambios y contrastes entre los
diversos paradigmas (para algunos en vez de paradigmas prefieren referirse a
tradiciones de investigación) que conforma el universo heurístico de quienes
como investigadores abordamos la realidad. En torno al desarrollo pedagógico de
la metodología de la investigación, como eje principal del esquema de
conocimiento universal que se trabaja en las universidades, su forma y modelaje
se dan en razón de los procesos de construcción cognitiva como los siguientes:
los investigadores se van interiorizando en el proceso de descubrimiento de los
fenómenos sociales y naturales, a medida que se experimenta un vínculo directo
con los sujetos en estudio, es decir, se investiga de forma interventora y
participativa, esa es la modalidad de moda, también conocida como investigación
acción en el área disciplinar de las ciencias de la educación (en áreas más
técnicas y de manejo estandarizado de conceptos bases, se habla de proyecto
acción o investigación de aplicación); los investigadores asumen conciencia de
su papel como develadores de parte importante de la verdad que parte de la
consideración del “yo” para llegar al “nosotros,” en la medida que el
desarrollo evolutivo de la persona lo exija; los investigadores propician la
interiorización de sus unidades de análisis y eventos de estudio, como medida
necesaria para lograr una paulatina identificación del “yo” con el mundo
exterior, como manera de entenderlos y asimilarlos, en la medida que las
experiencias de los investigadores vayan planteando interrogantes; los
investigadores asumen como necesario sensibilizar a los sujetos investigados para que coadyuven con el proceso de estudio,
hacerles ver que de una investigación bien guiada se alcanza inmenso beneficios
para ellos; y los investigadores desarrollan el hábito de la reflexión sobre la
importancia de los valores humanos en la propia existencia, al condicionar,
estimular o entorpecer los propósitos planteados como razón u objeto de
estudio.
En concreto, el investigador del
siglo XXI, ha dejado de ser ausente del escenario que investiga para ser
protagonista de sus propios ejercicios heurísticos. La investigación ha
cambiado y es momento de adecuarnos a la nueva regla, que es precisamente,
carecer de regla o formatos pre-establecidos. La investigación científica, con
criterios sólidos y de relevancia, es una tarea compleja, que está diferenciada
más por estilos que por posturas de
teorías determinadas; el enfrentamiento al objeto de estudio desde posiciones
filosóficas y paradigmáticas diferentes, da combustible a un debate centrado en
visualizar qué modalidad o paradigma da más
relevancia que otro; sobre todo
para estudiar los complejos fenómenos de la vida social, por lo cual es
necesario reconocer con qué criterios de pertinencia, en torno a los mejores
modos de acceder al objeto de estudio en la investigación social en general y
en la educativa en particular, hoy se quiere justificar por qué es más válida
una investigación positivista que una hermenéutica. ¿Realmente estamos en
condiciones de buscar una diferencia al respecto o la tarea es profundizar la
complementariedad y ampliar el espectro metodológico de indagación en vez de
cerrarlo en torno de los grupos científicos que apoyan una causa u otra? ¿Quién
tiene la verdad en sus métodos y procedimientos?
En este aspecto se han dado, en la
cara interior de nuestras universidades, muy a baja intensidad, una postura
mezquina de quienes desde las ciencias aplicadas (matemáticas, biología,
química, física, entre otros), le dan mayor importancia al procesamiento
estadístico de datos que al proceso mismo de la investigación. Un error en el
que hemos caído por años es pensar que lo cualitativo le interesa el proceso y
no los resultados, y a lo cuantitativo los resultados y no el proceso; eso es
una manipulación de conceptos y términos. Tanto a un enfoque como al otro, le
interesa desarrollar eficientemente su proceso de indagación, y también le
importa los resultados, sean hallazgos o sean comprobaciones abstractas, los
resultados son importantes porque permiten situar la investigación en un
contexto técnico-operativo que ayuda a mejorarla en las nuevas experiencias
investigativas que se haga.
En el caso de a estadística, que es la ciencia
de reunir, organizar, presentar, analizar e interpretar datos para ayudar a
tomar mejores decisiones, es una herramienta del proceso investigativo, pensar
que por aplicar estadística en una investigación ya está todo hecho, es
simplemente querer “tapar el Sol” con un dedo, allí no hay investigación, hay
elementos potenciales de llegar a ser una investigación. En este mismo orden,
hay investigadores que se ufanan de ser “expertos” en análisis multicriterio, y
valoran estos análisis como investigaciones avanzadas de gran rigor científico,
pero desaprovechan el análisis al no sacar de él una interpretación
fenomenológica de lo estudiado y termina por perderse el esfuerzo, culminando
como un informe oscuro, que casi nadie lee y que no dibuja el conocimiento en
su mayor alcance, sino que se conforma con los resultados del producto de la
fórmula bien aplicada con sus datos aparentemente relevantes. El análisis
multicriterio, para refrescarles la información, asume de forma simultánea varios criterios
que se consideran en la toma de decisiones; el uso de este análisis ofrece
flexibilidad para analizar los efectos de decisiones con criterios cualitativos,
pero ha venido siendo usado por investigadores cuantitativos como herramienta
exclusiva de su enfoque. El uso de análisis multicriterio, es muy valioso en
los procesos de investigación, sobre todo en temas que buscan conocer cómo es
el desarrollo de políticas de adaptación de los seres humanos en contextos o
realidades determinadas; pero aún así, su uso es más insumo para la
interpretación y la toma de decisiones, no es la finitud y totalidad de una
investigación.
Por darse estas confrontaciones de
criterio, hoy día no hay una claridad en cuanto al enfoque y determinación del
proceso de investigación; cada investigador “cabalga” por su cuenta y hace de
sus hallazgos o resultados, productos para el consumo limitado de quienes le
entienden o como discípulos están obligados a entenderle, pero la masificación
del producto de las investigaciones modernas, no están llegando a un
destinatario masivo y popular, y es hacia donde debe orientar la investigación
hoy día. Diría que es necesario mercadear la investigación, hacerla atractiva,
útil, e ir construyendo entorno a ella un consenso social que la lleve hasta el
sitial que merece por el esfuerzo y trabajo que se consume para poder
materializarla como ciencia.
Coincido plenamente con lo expresado
por la investigadora María Rosa Alfonso García (Universidad de
Antioquia-Colombia), en su ensayo “Aproximaciones a la polémica entre lo
cuantitativo y lo cualitativo en la investigación científica”, en que la esencia de la actividad científica, desde
cualquier posición paradigmática y metodológica debe encontrarse el rigor en el
acercamiento al objeto, por lo que, resulta evidente que, frente a polémicas,
indefiniciones o modelos dominantes por disfrutar de mayor tradición, lo
verdaderamente trascendente es que se acceda al
objeto de estudio con visiones incluyentes y postura crítica, pero no
negadoras, ni que dependan de preconceptos a los que los investigadores ni
siquiera desean renunciar al acercarse al complejo mundo de la investigación
social.
Así
mismo, afirma Alfonso García, compartimos la idea de que ningún paradigma,
método o técnica es en sí mismo superior a otro, lo verdaderamente científico
es seleccionar aquellos que permitan acceder con mayor pertinencia a los
fenómenos que pretenden estudiar. Al exponer sobre lo inductivo y lo deductivo
en ambos enfoques o modelos, ha quedado implícita la idea de que también hay
diferencias entre estas aproximaciones, es decir que, precisamente es en torno
al papel que se le concede a la teoría por ambos modelos en que entramos
también en zona de polémica.
A todas estas, sin embargo, hay una mínima
comprensión de la actividad científica, destaca Alfonso García, no sería capaz
de negar el valor que tiene la teoría en cualquier aproximación investigativa
sea de la naturaleza que sea, aunque naturalmente esto debiera ser motivo de
otro trabajo por la complejidad intrínseca del problema y porque históricamente
se ha considerado a la teorización un proceder inherente al método científico.
En cualquier caso las pretensiones del investigador deben ser declaradas y
fundamentadas desde el planteamiento del problema o la referencia a la realidad
que será objeto de investigación, lo que le permitirá elegir las alternativas
más adecuadas de acuerdo a los objetivos para continuar probando el carácter
tentativo de los métodos de investigación en su progresivo acercamiento al
objeto.
Como se puede apreciar, la polémica está
abierta pero en el rigor de un conocimiento de entrada de que nada de lo que se
esté haciendo está “malo”, sino que necesita complementarse, enriquecerse con
otras visiones para augurar un cierto acercamiento a la verdad.
Los versionantes en la
investigación cualitativa
El
conocimiento no es un asunto de “sabiduría” plena, es un asunto de información,
vinculación y diálogo. En los denominados niveles del conocimiento hay tres a
destacar, son varios, pero destacan tres: uno, el ser humano puede captar un
objeto en tres diferentes niveles, sensible, conceptual y holístico, donde el
conocimiento sensible es captar un objeto por medio de los sentidos; dos, el
conocimiento conceptual, que consiste en representaciones invisibles,
inmateriales, pero universales y esenciales; y tres, el conocimiento holístico, que según
Jacqueline Hurtado de Barrera y Marco Fidel Barrera, es también llamado
intuitivo, con el riesgo de muchas confusiones, dado que la palabra intuición
se ha utilizado hasta para hablar de premoniciones y corazonadas.
En el
nivel holístico se concentra una aproximación directa, desde distintas etapas,
a eso que se desea conocer. En este nivel hay una totalidad percibida en el
momento de la intuición; se distingue el conocimiento holístico del conceptual,
en cuanto a las estructuras, dado que lo
holístico carece de estructuras, o por lo menos, tiende a prescindir de ellas;
y el conceptual, en cambio, es un conocimiento estructurado, pero ello no
aparta lo holístico de lo descriptivo-interpretativo, sino que lo complementa,
así hoy se puede argumentar que hay un enfoque holístico cualitativo.
Lo
expresado viene a consolidar una postura que hace más de cincuenta años atrás
no tenía interés por parte de la comunidad académica; la década de los sesenta
y setenta del siglo XX, le dieron un impulso significativo. Hoy día hacer
mención de la investigación cualitativa es aproximar a los potenciales
investigadores a un afluente de información primario muy rico y fértil.
Hay un
aspecto que causa mucho ruido en la investigación cualitativa y es el manejo de
la información por parte de los versionantes o informantes claves (hay la
figura del portero que es un informante clave piloto que sirve para ayudar a la
selección adecuada de los potenciales versionantes). Se piensa, con descuido,
que el número de entrevistados o consultados determinan el sentido que se le da
a una investigación cualitativa. Es decir, si parto de un solo informante
clave, mi estudio debería ser un estudio de caso; pero si tengo de cinco a seis
informantes, mi estudio es ya un trabajo de corte fenomenológico, hermenéutico
o etnográfico, dependiendo el interés que tenga el investigador. Eso no es así.
El número de informantes nada tiene que ver con la intencionalidad de la
investigación; quien determina la orientación es el investigador y el plantea
si su informante, o informantes, serán los que lleven mayor peso en sus
hallazgos o si el trabajo interpretativo de los documentos o textos será la
figura que oriente el proceso indagativo, apoyándose en esos informantes claves
como punto de vista vivencial del tema abordado como estudio.
Esto
lo digo en virtud a que hay algunas voces, no cualificadas, que intentan
expresar que si un estudio cualitativo tiene un solo versionante, dicha
investigación debería ser un estudio de casos, y eso no es totalmente cierto.
Si el investigador asume el informante como un evento de estudio a caracterizar
y le da sentido y profundidad a las actuaciones de dicho versionante, es
posible que se esté ante un estudio de caso. Pero si el investigador decide
indagar sobre la temática en un contexto literal con elementos complementarios
vivenciales, como entrevistar a un solo versionante, se está ante una
investigación descriptiva-interpretativa, ya sea fenomenológica o hermenéutica,
como decida el investigador. Éste detallito ha hecho que muchos protocolos
adolezcan hoy día del visto bueno de revisores “expertos”, porque tienen
confusión en cuál debe ser el manejo que se le ha dado a los versionantes en
una exploración cualitativa.
En
concreto, la investigación cualitativa, como expresa S. Taylor y R. Bogdan (1986),
en su texto “Introducción a los métodos
cualitativos de investigación”, son personas que por sus vivencias, capacidad
de relaciones pueden ayudar al investigador, convirtiéndose en una fuente
importante de información y a la vez les va abriendo el acceso a otras personas
y a nuevos escenarios. A lo largo de todo el proceso se busca establecer una
relación de confianza con los informantes, lo que algunos autores denominan rapport, es buscar una relación de
cordialidad que permita que la persona se abra y manifieste sus sentimientos
internos al investigador fuera de lo que es la fachada, el exterior. El informante clave al comienzo del estudio ayuda
al investigador a tener una idea clara de los temas pertinentes; el investigador
desarrolla preguntas para discutirlas, identifica temas, registra
observaciones, y así sucesivamente.
El informante
clave es capaz de aportar información sobre el elemento de estudio, pero su
figuración en la investigación es delimitada por el investigador, no es un
absoluto valorar a un informante clave como la caracterización de un estudio de
caso. Por lo tanto, los informantes claves, son personas que permiten a los
investigadores cualitativos acercarse y comprender en profundidad la realidad a
estudiar.
Un nuevo
libro: “Metodología de la Complejidad”
de Ramón
E. Azócar A.
Después de cuatro años de construcción y un año
de colocación en diversas empresas editoriales (que asegurarán una masificación
efectiva del texto), ve la luz mi libro “Metodología de la Complejidad”. Es un
texto académico, escrito para orientar a los estudiantes (e investigadores), en
la elaboración de estudios desde los diversos enfoques de investigación, pero
en el marco del contexto o paradigma de la complejidad. Hasta el momento hay
textos muy obtusos sobre la complejidad y sus caras en la dinámica social, pero
no hay un texto que delimite la complejidad en el ámbito metodológico, puesto
que la complejidad, en sí misma, es una confrontación al racionalismo
metodológico. Entonces llevar la camisa dogmática metodológica al cuerpo real,
flexible e intranquilo de la complejidad, es una tarea altamente difícil.
Sin embargo, pienso que se ha podido hacer el
“milagro”, o un primer acercamiento, un intento por darle coherencia a
estructuras muy dispersas que tienden a confundir a propios y extraños. Por
ejemplo, cómo comprender, o tener la perspicacia para reconocer cuando el enfoque etnográfico,
en un estudio de una sociedad determinada, se ha de comportar como enfoque
cualitativo o como método cualitativo de complemento en un estudio cuantitativo
de valoración del modo de vida de una determinada comunidad objeto de estudio.
O cómo saber cuándo un análisis de contenido se diferencia de un estudio
hermenéutico. Estas situaciones, que quienes estén imbuidos en el tecnicismo
metodológico lo entiende perfectamente, es ese inmenso listón en que han
colocado a la metodología, o racionalización del pensamiento, en un tiempo
histórico que pide a gritos eliminar los esquemas racionalistas e impulsar la
“escritura automática” como mejor vía de exploración de lo que quiere el hombre
y de lo que aspira en un tiempo en que se ha derrumbado lo sólido de la
modernidad y estamos en un tiempo líquido como expresa Bauman que nos obliga a
ser creativos e inventivos para sobrevivir a la jungla de la civilización
moderna.
En una palabra, el texto que a partir del 30 de
septiembre del 2015, tendrá en su despensa la Editora Digital y que lo
comercializará internacionalmente, es un aporte para el debate, no es un texto
acabado, cuyas ideas no pueden ser mejoradas o transformadas, es un texto para
ser leído, condimentado con la sapiencia de la lógica dialéctica, pero para
proponer temas mejores, para avanzar, porque si las críticas son para
cuestionar, esas críticas no tienen validez, hay que aplicar la máxima de
Popper: confrontar teoría contra teoría, y la mejor quedará como
verdadera.
Algunas personas, de mi entorno profesional,
que leyeron el manuscrito original, han opinado que el texto “aclara ciertas
dudas en cuanto a la complejidad en ese difícil cuerpo dogmático metodológico”;
y otros, “que hizo falta más ejemplos prácticos para aclarar ciertas posturas y
situaciones de índole metodológicas”. Pero en fin, ha sido bien recibido mi
humilde aporte que nace de la experiencia en las aulas de pre y postgrado, y en
la vivencia con autores como Jacqueline Hurtado de Barrera, Mirian Balestrini,
Mario Tamayo y Tamayo, Fidias Arias e Umberto Eco, a quienes debo la esencia de
la comprensión y afinación de algunos de los conceptos reflejados en el libro.
A todas estas, la complejidad es un tema que
emerge desde la ciencias y se ha
filtrado en todos los campos disciplinares; Edgar Morin ha sido uno de los
primeros en proponer una “Metodología” en el contexto de la complejidad, pero
no una “Metodología de la Complejidad”, sino una “Metodología para la
complejidad”, aquella, la nuestra, involucra un comportamiento delineado a una
cara de la complejidad; ésta, la de Morin, crea condiciones para la comprensión
y afirmación de una realidad compleja, es decir, no basta con decir “algo es
complejo”, se debe desea ir más allá de el método Cartesiano (propuesto por
Descartes), y concretar el estudio de la complejidad como una necesidad
contemporánea, donde los grupos interdisciplinares asuman vitalidad para el
avance del conocimiento, y la multidisciplina genere una metodología de
complementariedad y no “metodologías sectarias o dogmáticas”.
Cada vez, y eso es un asunto de otro libro y de
otro debate, estamos más cerca del pensamiento de ese ucraniano existencialista
llamado Leo Chéstov (1866-1938), en cuanto a que los escritores deberían partir
de un mismo impulso y una misma preocupación; una preocupación por superar un
pensamiento especulativo que no se hace cargo de los verdaderos problemas del
hombre, esas grandes preguntas de la humanidad: ¿quiénes somos, qué
necesitamos, por qué vivimos, hacia dónde vamos? Chéstov fue un
antirracionalista, y en su misma condición está el vienés Paul K. Feyerabend
(1924-1994), quien en su libro “Contra el método: Esquema de una epistemología
anarquista", expresa: “La diferencia entre teoría espistemológica
(política, teológica) y práctica científica (política, religiosa) que emerge de
estas citas se formula usualmente como una diferencia entre reglas o estándares
ciertos e infalibles (o, en cualquier caso, claros, sistemáticos y objetivos) y
nuestras falibles e inciertas facultades que parten de aquéllos y caen en el
error. La ciencia como debería ser, ciencia del tercer mundo, está de acuerdo
con las reglas que acaban de ser denunciadas como peligrosas. La ciencia como
realmente la encontramos en la historia es una combinación de tales reglas y de
error. De lo que se sigue que el científico que trabaja en una situación
histórica particular debe aprender a reconocer el error y a convivir con él,
teniendo siempre presente que él mismo está sujeto a añadir nuevos errores en
cualquier etapa de la investigación. Necesita una teoría del error que añadir a
las reglas ciertas e infalibles que definen la aproximación a la verdad”. Desde
este perfil se ha escrito “Metodología de la Complejidad”; sean sus lectores
los que digan la última palabra.
El Estado
del Arte en la nueva epistemología del saber
La búsqueda de la verdad motiva los procesos de
investigación ya sea en los centros formativos académicos o en los grupos de
investigación independientes diseminados en buena parte de la geografía
nacional y latinoamericana. El problema, de estas investigaciones, se presenta
cuando esos grupos o investigadores independientes se creen el centro del
conocimiento y asumen “su verdad” como algo inalterable y manipulan las
diversas instancias institucionales de la sociedad para que tomen línea en
razón de su exabrupto y se imponga por sobre los otros investigadores. El
inmenso monstruo del sectarismo, de la egolatría, hacen que un proceso que
viene a dotar a los seres humanos de herramientas para ir descubriendo la
realidad y descubrirse entorno a ella, termina por ser una camisa de fuerza que
viola todos los derechos humanos de quienes tenemos la libertad de disentir y
de contradecir potenciales hipótesis impuestas como verdad.
Una de esas etapas del proceso de investigación
que es incomprendida, de manera reiterativa, por metodólogos y científicos en
la construcción de sus informes de investigación, es lo que se conoce como
“estado del arte”, que para algunos autores es “marco teórico-referencial”, o
“teorías de fundamentación del objeto de estudio”. Hay incomprensión técnica y
metódica acerca de cómo encarar el estudio del arte y sobre todo, se impone la
tradición de la escuela a la cual el investigador-docente pertenece. La mejor
manera de dotar de habilidades y destrezas metodológicas a los estudiantes, es permitiéndole
que ellos vayan construyendo por sí mismos su método, sus niveles de
pensamiento y de reflexión acerca de lo que les interesa estudiar de la
realidad y de las relaciones humanas en esa realidad.
En este sentido, la metodología de la
investigación no debería contar con “profesores de metodología”, sino con
orientadores, o guías en todos los estilos, tipologías o enfoques relacionados
con el proceso de investigación. Cuando uno se centra en eso único que uno ha
aprendido, lo que hace es dar herramientas equivocadas a la realidad contextual
de cada estudio y comete el error de truncar la posibilidad de un futuro
investigador innovador en un área determinada de indagación.
Ahora bien, el estado del arte debe valorarse
como el marco de ideas, pensamientos, propuestas, comentarios, teorías, entre
otras; que ayudan a entender el objeto de estudio en un contexto determinado.
Allí la temporalidad contemporánea la da el contexto, no así las posturas que
se citen o investiguen. Es cierto que se necesita información fresca, de nueva
data, pero no se pueden menospreciar los alcances de ideas que se pudieron
haber dicho hace más de cien años, pero que aún tienen vigencia por la realidad
social, política y cultural en que vive la sociedad (quizás la económica y
administrativa, merezcan datos actuales, pero a veces lo histórico puede ayudar
a comprender el por qué del comportamiento de una variable en el tiempo
actual).
El estado del arte se aborda para hacer un
acercamiento formal del sujeto que investiga a las fronteras del conocimiento
que tienen relación con su objeto de estudio. El investigador reconoce y
conoce, otras investigaciones que le permite clarificar sus ideas respecto a su
tema de interés y definirlo, delimitarlo, enfocarlo, desde la perspectiva que
haga posible extraer nuevo conocimiento que es el primer acercamiento a la
verdad.
Así mismo, el investigador necesita el estado
del arte para saber qué es lo último que se ha producido respecto al tema y
conocer a los autores que están haciendo investigación acerca del mismo; de
manera que pueda iniciar un intercambio de información y así establecer una
relación académica con otros investigadores, un aspecto que, por la soberbia de
algunos “sudo-académicos”, hoy día casi no se da, hay mucha mezquindad y
envidia en ese gremio.
El estado del arte, como la primera parte de
toda investigación, describe los estudios más recientes y actuales que sobre un
tema en específico se han realizado. Ahora bien, en otras culturas es otra
cosa; por ejemplo, para los investigadores anglosajones, “the Estate of Art”,
se refiere al conocimiento o tecnología de punta o vanguardia, y buscan
investigaciones cuya característica es que la más reciente se refiere a los
últimos cinco años, desde el referente de actualidad en el cual se inicia el
estudio.
Es decir, ellos no le dan importancia al
referente histórico; aunque el debe ser nos indica que el estado del arte ha de
estar vinculado y articulado en razón de la realidad en donde se hace la
investigación, y no extrapolar recetas de otras experiencias de investigación
que adolecen de conexión con el ámbito y dinámica de un investigador
determinado. El estado del arte es una descripción donde sistemáticamente se reseñan los avances
existentes acerca del tema que se ha escogido para estudio, siendo de carácter
más cualitativo (así la investigación se presente cuantitativa, el estado del
arte debe ser redactado destacando cualidades y describiendo la realidad y sus
vínculos con el objeto en estudio), en el que se detallan los resultados y
enfoques de las investigaciones en torno al tema por parte de otros
investigadores. La descripción gira esencialmente en razón de cuatro
incógnitas: ¿Quién? El investigador que desarrolló estudio. ¿Cuándo? El año en
que se publicaron los resultados del estudio. ¿Qué? El objeto de estudio. Y
¿Dónde? El lugar en donde se realizó la investigación.