domingo, 15 de noviembre de 2015

Algunas notas sobre metodología y cultura universitaria

La necesidad de innovación en la investigación universitaria en nuestra Universidad











            Una de las bondades de la globalización y de la era del internet (la era digital como la llamó Bill Gates), es la velocidad con que se dan los cambios y contrastes entre los diversos paradigmas (para algunos en vez de paradigmas prefieren referirse a tradiciones de investigación) que conforma el universo heurístico de quienes como investigadores abordamos la realidad. En torno al desarrollo pedagógico de la metodología de la investigación, como eje principal del esquema de conocimiento universal que se trabaja en las universidades, su forma y modelaje se dan en razón de los procesos de construcción cognitiva como los siguientes: los investigadores se van interiorizando en el proceso de descubrimiento de los fenómenos sociales y naturales, a medida que se experimenta un vínculo directo con los sujetos en estudio, es decir, se investiga de forma interventora y participativa, esa es la modalidad de moda, también conocida como investigación acción en el área disciplinar de las ciencias de la educación (en áreas más técnicas y de manejo estandarizado de conceptos bases, se habla de proyecto acción o investigación de aplicación); los investigadores asumen conciencia de su papel como develadores de parte importante de la verdad que parte de la consideración del “yo” para llegar al “nosotros,” en la medida que el desarrollo evolutivo de la persona lo exija; los investigadores propician la interiorización de sus unidades de análisis y eventos de estudio, como medida necesaria para lograr una paulatina identificación del “yo” con el mundo exterior, como manera de entenderlos y asimilarlos, en la medida que las experiencias de los investigadores vayan planteando interrogantes; los investigadores asumen como necesario sensibilizar a los sujetos investigados  para que coadyuven con el proceso de estudio, hacerles ver que de una investigación bien guiada se alcanza inmenso beneficios para ellos; y los investigadores desarrollan el hábito de la reflexión sobre la importancia de los valores humanos en la propia existencia, al condicionar, estimular o entorpecer los propósitos planteados como razón u objeto de estudio.
            En concreto, el investigador del siglo XXI, ha dejado de ser ausente del escenario que investiga para ser protagonista de sus propios ejercicios heurísticos. La investigación ha cambiado y es momento de adecuarnos a la nueva regla, que es precisamente, carecer de regla o formatos pre-establecidos. La investigación científica, con criterios sólidos y de relevancia, es una tarea compleja, que está diferenciada más por  estilos que por posturas de teorías determinadas; el enfrentamiento al objeto de estudio desde posiciones filosóficas y paradigmáticas diferentes, da combustible a un debate centrado en visualizar qué modalidad o paradigma da más  relevancia que otro;  sobre todo para estudiar los complejos fenómenos de la vida social, por lo cual es necesario reconocer con qué criterios de pertinencia, en torno a los mejores modos de acceder al objeto de estudio en la investigación social en general y en la educativa en particular, hoy se quiere justificar por qué es más válida una investigación positivista que una hermenéutica. ¿Realmente estamos en condiciones de buscar una diferencia al respecto o la tarea es profundizar la complementariedad y ampliar el espectro metodológico de indagación en vez de cerrarlo en torno de los grupos científicos que apoyan una causa u otra? ¿Quién tiene la verdad en sus métodos y procedimientos?
            En este aspecto se han dado, en la cara interior de nuestras universidades, muy a baja intensidad, una postura mezquina de quienes desde las ciencias aplicadas (matemáticas, biología, química, física, entre otros), le dan mayor importancia al procesamiento estadístico de datos que al proceso mismo de la investigación. Un error en el que hemos caído por años es pensar que lo cualitativo le interesa el proceso y no los resultados, y a lo cuantitativo los resultados y no el proceso; eso es una manipulación de conceptos y términos. Tanto a un enfoque como al otro, le interesa desarrollar eficientemente su proceso de indagación, y también le importa los resultados, sean hallazgos o sean comprobaciones abstractas, los resultados son importantes porque permiten situar la investigación en un contexto técnico-operativo que ayuda a mejorarla en las nuevas experiencias investigativas que se haga.
En el caso de a estadística, que es la ciencia de reunir, organizar, presentar, analizar e interpretar datos para ayudar a tomar mejores decisiones, es una herramienta del proceso investigativo, pensar que por aplicar estadística en una investigación ya está todo hecho, es simplemente querer “tapar el Sol” con un dedo, allí no hay investigación, hay elementos potenciales de llegar a ser una investigación. En este mismo orden, hay investigadores que se ufanan de ser “expertos” en análisis multicriterio, y valoran estos análisis como investigaciones avanzadas de gran rigor científico, pero desaprovechan el análisis al no sacar de él una interpretación fenomenológica de lo estudiado y termina por perderse el esfuerzo, culminando como un informe oscuro, que casi nadie lee y que no dibuja el conocimiento en su mayor alcance, sino que se conforma con los resultados del producto de la fórmula bien aplicada con sus datos aparentemente relevantes. El análisis multicriterio, para refrescarles la información,  asume de forma simultánea varios criterios que se consideran en la toma de decisiones; el uso de este análisis ofrece flexibilidad para analizar los efectos de decisiones con criterios cualitativos, pero ha venido siendo usado por investigadores cuantitativos como herramienta exclusiva de su enfoque. El uso de análisis multicriterio, es muy valioso en los procesos de investigación, sobre todo en temas que buscan conocer cómo es el desarrollo de políticas de adaptación de los seres humanos en contextos o realidades determinadas; pero aún así, su uso es más insumo para la interpretación y la toma de decisiones, no es la finitud y totalidad de una investigación.
            Por darse estas confrontaciones de criterio, hoy día no hay una claridad en cuanto al enfoque y determinación del proceso de investigación; cada investigador “cabalga” por su cuenta y hace de sus hallazgos o resultados, productos para el consumo limitado de quienes le entienden o como discípulos están obligados a entenderle, pero la masificación del producto de las investigaciones modernas, no están llegando a un destinatario masivo y popular, y es hacia donde debe orientar la investigación hoy día. Diría que es necesario mercadear la investigación, hacerla atractiva, útil, e ir construyendo entorno a ella un consenso social que la lleve hasta el sitial que merece por el esfuerzo y trabajo que se consume para poder materializarla como ciencia.
            Coincido plenamente con lo expresado por la investigadora María Rosa Alfonso García (Universidad de Antioquia-Colombia), en su ensayo “Aproximaciones a la polémica entre lo cuantitativo y lo cualitativo en la investigación científica”, en que  la esencia de la actividad científica, desde cualquier posición paradigmática y metodológica debe encontrarse el rigor en el acercamiento al objeto, por lo que, resulta evidente que, frente a polémicas, indefiniciones o modelos dominantes por disfrutar de mayor tradición, lo verdaderamente trascendente es que se acceda al  objeto de estudio con visiones incluyentes y postura crítica, pero no negadoras, ni que dependan de preconceptos a los que los investigadores ni siquiera desean renunciar al acercarse al complejo mundo de la investigación social.
Así mismo, afirma Alfonso García, compartimos la idea de que ningún paradigma, método o técnica es en sí mismo superior a otro, lo verdaderamente científico es seleccionar aquellos que permitan acceder con mayor pertinencia a los fenómenos que pretenden estudiar. Al exponer sobre lo inductivo y lo deductivo en ambos enfoques o modelos, ha quedado implícita la idea de que también hay diferencias entre estas aproximaciones, es decir que, precisamente es en torno al papel que se le concede a la teoría por ambos modelos en que entramos también en zona de polémica.
A todas estas, sin embargo, hay una mínima comprensión de la actividad científica, destaca Alfonso García, no sería capaz de negar el valor que tiene la teoría en cualquier aproximación investigativa sea de la naturaleza que sea, aunque naturalmente esto debiera ser motivo de otro trabajo por la complejidad intrínseca del problema y porque históricamente se ha considerado a la teorización un proceder inherente al método científico. En cualquier caso las pretensiones del investigador deben ser declaradas y fundamentadas desde el planteamiento del problema o la referencia a la realidad que será objeto de investigación, lo que le permitirá elegir las alternativas más adecuadas de acuerdo a los objetivos para continuar probando el carácter tentativo de los métodos de investigación en su progresivo acercamiento al objeto.
Como se puede apreciar, la polémica está abierta pero en el rigor de un conocimiento de entrada de que nada de lo que se esté haciendo está “malo”, sino que necesita complementarse, enriquecerse con otras visiones para augurar un cierto acercamiento a la verdad.


Los versionantes en la investigación cualitativa

El conocimiento no es un asunto de “sabiduría” plena, es un asunto de información, vinculación y diálogo. En los denominados niveles del conocimiento hay tres a destacar, son varios, pero destacan tres: uno, el ser humano puede captar un objeto en tres diferentes niveles, sensible, conceptual y holístico, donde el conocimiento sensible es captar un objeto por medio de los sentidos; dos, el conocimiento conceptual, que consiste en representaciones invisibles, inmateriales, pero universales y esenciales; y tres,  el conocimiento holístico, que según Jacqueline Hurtado de Barrera y Marco Fidel Barrera, es también llamado intuitivo, con el riesgo de muchas confusiones, dado que la palabra intuición se ha utilizado hasta para hablar de premoniciones y corazonadas.
En el nivel holístico se concentra una aproximación directa, desde distintas etapas, a eso que se desea conocer. En este nivel hay una totalidad percibida en el momento de la intuición; se distingue el conocimiento holístico del conceptual,  en cuanto a las estructuras, dado que lo holístico carece de estructuras, o por lo menos, tiende a prescindir de ellas; y el conceptual, en cambio, es un conocimiento estructurado, pero ello no aparta lo holístico de lo descriptivo-interpretativo, sino que lo complementa, así hoy se puede argumentar que hay un enfoque holístico cualitativo.
Lo expresado viene a consolidar una postura que hace más de cincuenta años atrás no tenía interés por parte de la comunidad académica; la década de los sesenta y setenta del siglo XX, le dieron un impulso significativo. Hoy día hacer mención de la investigación cualitativa es aproximar a los potenciales investigadores a un afluente de información primario muy rico y fértil.
Hay un aspecto que causa mucho ruido en la investigación cualitativa y es el manejo de la información por parte de los versionantes o informantes claves (hay la figura del portero que es un informante clave piloto que sirve para ayudar a la selección adecuada de los potenciales versionantes). Se piensa, con descuido, que el número de entrevistados o consultados determinan el sentido que se le da a una investigación cualitativa. Es decir, si parto de un solo informante clave, mi estudio debería ser un estudio de caso; pero si tengo de cinco a seis informantes, mi estudio es ya un trabajo de corte fenomenológico, hermenéutico o etnográfico, dependiendo el interés que tenga el investigador. Eso no es así. El número de informantes nada tiene que ver con la intencionalidad de la investigación; quien determina la orientación es el investigador y el plantea si su informante, o informantes, serán los que lleven mayor peso en sus hallazgos o si el trabajo interpretativo de los documentos o textos será la figura que oriente el proceso indagativo, apoyándose en esos informantes claves como punto de vista vivencial del tema abordado como estudio.
Esto lo digo en virtud a que hay algunas voces, no cualificadas, que intentan expresar que si un estudio cualitativo tiene un solo versionante, dicha investigación debería ser un estudio de casos, y eso no es totalmente cierto. Si el investigador asume el informante como un evento de estudio a caracterizar y le da sentido y profundidad a las actuaciones de dicho versionante, es posible que se esté ante un estudio de caso. Pero si el investigador decide indagar sobre la temática en un contexto literal con elementos complementarios vivenciales, como entrevistar a un solo versionante, se está ante una investigación descriptiva-interpretativa, ya sea fenomenológica o hermenéutica, como decida el investigador. Éste detallito ha hecho que muchos protocolos adolezcan hoy día del visto bueno de revisores “expertos”, porque tienen confusión en cuál debe ser el manejo que se le ha dado a los versionantes en una exploración cualitativa.
En concreto, la investigación cualitativa, como expresa S. Taylor y R. Bogdan (1986), en su texto  “Introducción a los métodos cualitativos de investigación”, son personas que por sus vivencias, capacidad de relaciones pueden ayudar al investigador, convirtiéndose en una fuente importante de información y a la vez les va abriendo el acceso a otras personas y a nuevos escenarios. A lo largo de todo el proceso se busca establecer una relación de confianza con los informantes, lo que algunos autores denominan rapport, es buscar una relación de cordialidad que permita que la persona se abra y manifieste sus sentimientos internos al investigador fuera de lo que es la fachada, el exterior.  El informante clave al comienzo del estudio ayuda al investigador a tener una idea clara de los temas pertinentes; el investigador desarrolla preguntas para discutirlas, identifica temas, registra observaciones, y así sucesivamente.
El informante clave es capaz de aportar información sobre el elemento de estudio, pero su figuración en la investigación es delimitada por el investigador, no es un absoluto valorar a un informante clave como la caracterización de un estudio de caso. Por lo tanto, los informantes claves, son personas que permiten a los investigadores cualitativos acercarse y comprender en profundidad la realidad a estudiar.

Un nuevo libro: “Metodología de la Complejidad”
de Ramón E. Azócar A.

Después de cuatro años de construcción y un año de colocación en diversas empresas editoriales (que asegurarán una masificación efectiva del texto), ve la luz mi libro “Metodología de la Complejidad”. Es un texto académico, escrito para orientar a los estudiantes (e investigadores), en la elaboración de estudios desde los diversos enfoques de investigación, pero en el marco del contexto o paradigma de la complejidad. Hasta el momento hay textos muy obtusos sobre la complejidad y sus caras en la dinámica social, pero no hay un texto que delimite la complejidad en el ámbito metodológico, puesto que la complejidad, en sí misma, es una confrontación al racionalismo metodológico. Entonces llevar la camisa dogmática metodológica al cuerpo real, flexible e intranquilo de la complejidad, es una tarea altamente difícil.
Sin embargo, pienso que se ha podido hacer el “milagro”, o un primer acercamiento, un intento por darle coherencia a estructuras muy dispersas que tienden a confundir a propios y extraños. Por ejemplo, cómo comprender, o tener la perspicacia  para reconocer cuando el enfoque etnográfico, en un estudio de una sociedad determinada, se ha de comportar como enfoque cualitativo o como método cualitativo de complemento en un estudio cuantitativo de valoración del modo de vida de una determinada comunidad objeto de estudio. O cómo saber cuándo un análisis de contenido se diferencia de un estudio hermenéutico. Estas situaciones, que quienes estén imbuidos en el tecnicismo metodológico lo entiende perfectamente, es ese inmenso listón en que han colocado a la metodología, o racionalización del pensamiento, en un tiempo histórico que pide a gritos eliminar los esquemas racionalistas e impulsar la “escritura automática” como mejor vía de exploración de lo que quiere el hombre y de lo que aspira en un tiempo en que se ha derrumbado lo sólido de la modernidad y estamos en un tiempo líquido como expresa Bauman que nos obliga a ser creativos e inventivos para sobrevivir a la jungla de la civilización moderna.
En una palabra, el texto que a partir del 30 de septiembre del 2015, tendrá en su despensa la Editora Digital y que lo comercializará internacionalmente, es un aporte para el debate, no es un texto acabado, cuyas ideas no pueden ser mejoradas o transformadas, es un texto para ser leído, condimentado con la sapiencia de la lógica dialéctica, pero para proponer temas mejores, para avanzar, porque si las críticas son para cuestionar, esas críticas no tienen validez, hay que aplicar la máxima de Popper: confrontar teoría contra teoría, y la mejor quedará como verdadera. 
Algunas personas, de mi entorno profesional, que leyeron el manuscrito original, han opinado que el texto “aclara ciertas dudas en cuanto a la complejidad en ese difícil cuerpo dogmático metodológico”; y otros, “que hizo falta más ejemplos prácticos para aclarar ciertas posturas y situaciones de índole metodológicas”. Pero en fin, ha sido bien recibido mi humilde aporte que nace de la experiencia en las aulas de pre y postgrado, y en la vivencia con autores como Jacqueline Hurtado de Barrera, Mirian Balestrini, Mario Tamayo y Tamayo, Fidias Arias e Umberto Eco, a quienes debo la esencia de la comprensión y afinación de algunos de los conceptos reflejados en el libro.
A todas estas, la complejidad es un tema que emerge desde la ciencias y  se ha filtrado en todos los campos disciplinares; Edgar Morin ha sido uno de los primeros en proponer una “Metodología” en el contexto de la complejidad, pero no una “Metodología de la Complejidad”, sino una “Metodología para la complejidad”, aquella, la nuestra, involucra un comportamiento delineado a una cara de la complejidad; ésta, la de Morin, crea condiciones para la comprensión y afirmación de una realidad compleja, es decir, no basta con decir “algo es complejo”, se debe desea ir más allá de el método Cartesiano (propuesto por Descartes), y concretar el estudio de la complejidad como una necesidad contemporánea, donde los grupos interdisciplinares asuman vitalidad para el avance del conocimiento, y la multidisciplina genere una metodología de complementariedad y no “metodologías sectarias o dogmáticas”.
Cada vez, y eso es un asunto de otro libro y de otro debate, estamos más cerca del pensamiento de ese ucraniano existencialista llamado Leo Chéstov (1866-1938), en cuanto a que los escritores deberían partir de un mismo impulso y una misma preocupación; una preocupación por superar un pensamiento especulativo que no se hace cargo de los verdaderos problemas del hombre, esas grandes preguntas de la humanidad: ¿quiénes somos, qué necesitamos, por qué vivimos, hacia dónde vamos? Chéstov fue un antirracionalista, y en su misma condición está el vienés Paul K. Feyerabend (1924-1994), quien en su libro “Contra el método: Esquema de una epistemología anarquista", expresa: “La diferencia entre teoría espistemológica (política, teológica) y práctica científica (política, religiosa) que emerge de estas citas se formula usualmente como una diferencia entre reglas o estándares ciertos e infalibles (o, en cualquier caso, claros, sistemáticos y objetivos) y nuestras falibles e inciertas facultades que parten de aquéllos y caen en el error. La ciencia como debería ser, ciencia del tercer mundo, está de acuerdo con las reglas que acaban de ser denunciadas como peligrosas. La ciencia como realmente la encontramos en la historia es una combinación de tales reglas y de error. De lo que se sigue que el científico que trabaja en una situación histórica particular debe aprender a reconocer el error y a convivir con él, teniendo siempre presente que él mismo está sujeto a añadir nuevos errores en cualquier etapa de la investigación. Necesita una teoría del error que añadir a las reglas ciertas e infalibles que definen la aproximación a la verdad”. Desde este perfil se ha escrito “Metodología de la Complejidad”; sean sus lectores los que digan la última palabra.

El Estado del Arte en la nueva epistemología del saber

La búsqueda de la verdad motiva los procesos de investigación ya sea en los centros formativos académicos o en los grupos de investigación independientes diseminados en buena parte de la geografía nacional y latinoamericana. El problema, de estas investigaciones, se presenta cuando esos grupos o investigadores independientes se creen el centro del conocimiento y asumen “su verdad” como algo inalterable y manipulan las diversas instancias institucionales de la sociedad para que tomen línea en razón de su exabrupto y se imponga por sobre los otros investigadores. El inmenso monstruo del sectarismo, de la egolatría, hacen que un proceso que viene a dotar a los seres humanos de herramientas para ir descubriendo la realidad y descubrirse entorno a ella, termina por ser una camisa de fuerza que viola todos los derechos humanos de quienes tenemos la libertad de disentir y de contradecir potenciales hipótesis impuestas como verdad.
Una de esas etapas del proceso de investigación que es incomprendida, de manera reiterativa, por metodólogos y científicos en la construcción de sus informes de investigación, es lo que se conoce como “estado del arte”, que para algunos autores es “marco teórico-referencial”, o “teorías de fundamentación del objeto de estudio”. Hay incomprensión técnica y metódica acerca de cómo encarar el estudio del arte y sobre todo, se impone la tradición de la escuela a la cual el investigador-docente pertenece. La mejor manera de dotar de habilidades y destrezas metodológicas a los estudiantes, es permitiéndole que ellos vayan construyendo por sí mismos su método, sus niveles de pensamiento y de reflexión acerca de lo que les interesa estudiar de la realidad y de las relaciones humanas en esa realidad.
En este sentido, la metodología de la investigación no debería contar con “profesores de metodología”, sino con orientadores, o guías en todos los estilos, tipologías o enfoques relacionados con el proceso de investigación. Cuando uno se centra en eso único que uno ha aprendido, lo que hace es dar herramientas equivocadas a la realidad contextual de cada estudio y comete el error de truncar la posibilidad de un futuro investigador innovador en un área determinada de indagación.
Ahora bien, el estado del arte debe valorarse como el marco de ideas, pensamientos, propuestas, comentarios, teorías, entre otras; que ayudan a entender el objeto de estudio en un contexto determinado. Allí la temporalidad contemporánea la da el contexto, no así las posturas que se citen o investiguen. Es cierto que se necesita información fresca, de nueva data, pero no se pueden menospreciar los alcances de ideas que se pudieron haber dicho hace más de cien años, pero que aún tienen vigencia por la realidad social, política y cultural en que vive la sociedad (quizás la económica y administrativa, merezcan datos actuales, pero a veces lo histórico puede ayudar a comprender el por qué del comportamiento de una variable en el tiempo actual).
El estado del arte se aborda para hacer un acercamiento formal del sujeto que investiga a las fronteras del conocimiento que tienen relación con su objeto de estudio. El investigador reconoce y conoce, otras investigaciones que le permite clarificar sus ideas respecto a su tema de interés y definirlo, delimitarlo, enfocarlo, desde la perspectiva que haga posible extraer nuevo conocimiento que es el primer acercamiento a la verdad.
Así mismo, el investigador necesita el estado del arte para saber qué es lo último que se ha producido respecto al tema y conocer a los autores que están haciendo investigación acerca del mismo; de manera que pueda iniciar un intercambio de información y así establecer una relación académica con otros investigadores, un aspecto que, por la soberbia de algunos “sudo-académicos”, hoy día casi no se da, hay mucha mezquindad y envidia en ese gremio.
El estado del arte, como la primera parte de toda investigación, describe los estudios más recientes y actuales que sobre un tema en específico se han realizado. Ahora bien, en otras culturas es otra cosa; por ejemplo, para los investigadores anglosajones, “the Estate of Art”, se refiere al conocimiento o tecnología de punta o vanguardia, y buscan investigaciones cuya característica es que la más reciente se refiere a los últimos cinco años, desde el referente de actualidad en el cual se inicia el estudio. 

Es decir, ellos no le dan importancia al referente histórico; aunque el debe ser nos indica que el estado del arte ha de estar vinculado y articulado en razón de la realidad en donde se hace la investigación, y no extrapolar recetas de otras experiencias de investigación que adolecen de conexión con el ámbito y dinámica de un investigador determinado. El estado del arte es una descripción  donde sistemáticamente se reseñan los avances existentes acerca del tema que se ha escogido para estudio, siendo de carácter más cualitativo (así la investigación se presente cuantitativa, el estado del arte debe ser redactado destacando cualidades y describiendo la realidad y sus vínculos con el objeto en estudio), en el que se detallan los resultados y enfoques de las investigaciones en torno al tema por parte de otros investigadores. La descripción gira esencialmente en razón de cuatro incógnitas: ¿Quién? El investigador que desarrolló estudio. ¿Cuándo? El año en que se publicaron los resultados del estudio. ¿Qué? El objeto de estudio. Y ¿Dónde? El lugar en donde se realizó la investigación.